Los seres humanos vivimos llenos de incertidumbre, unos más que otros, pero las dudas nos acompañan en este viaje que es la vida.

Yo, por ejemplo, solía ser muy insegura (aún queda) y -quizá para contrarrestar- demasiado impulsiva. No me gustaba ser tan insegura y, a menudo, tomaba decisiones de forma precipitada. El resultado, como imaginaréis a estas alturas, no era muy eficaz ni me proporcionaba demasiadas satisfacciones.

Así que, hoy, me pregunto dónde estuvo el error de base que me impedía avanzar con fluidez y con firmeza. Y, en este momento (mañana no sé), creo que, en primer lugar, me faltó solidez bajo los pies. A la niña que fui le faltaron raíces firmes y, eso, provocó en mí una huida hacia adelante imperiosa.

El caso es que, en mi huida hacia adelante, estaba sola y me dediqué a buscar fuera lo que nunca había imaginado que sólo podría encontrar dentro de mí. ¿Por qué?, pues porque mirar hacia dentro se me hacía muy difícil y muy doloroso. Y no quería sentir el dolor, no quería llorar y me había cansado de tener miedo. Yo pensaba que ya me tocaba pasarlo bien y sentir la alegría que tanto ansiaba.

Pero, en esto que acabo de decir, cometí dos errores importantes. El primero es pensar que no debe existir el dolor en la vida, porque el dolor existe y hay que ser consciente de ello y, sobre todo, aceptarlo. El segundo es que confundía la felicidad con la alegría -eso que llamamos pasarlo bien, risas, amigos-, cuando ahora sé que la felicidad tiene mucho más que ver con la serenidad y la paz interior que con la alegría exterior.

Conclusión, cometí muchos errores y me perdí por caminos que no me llevaban a encontrar lo que yo andaba buscando, lo que en realidad todos andamos buscando, la paz que da saber que estamos en el camino correcto. Ese camino que tanto se alinea con nuestra felicidad.

Y ahora vuelvo a la pregunta que da título a esta reflexión de hoy: ¿Cómo saber que estamos en el camino correcto?. Pues hay un “test” bastante eficaz, cuando las cosas en nuestra vida empiezan a fluir, cuando no estamos luchando contra gigantes y, sin embargo, nos sentimos tranquilos y comenzamos a cosechar resultados.

A veces, los resultados son invisibles al ojo humano, pero algo dentro de nosotros se está recolocando, y fuera comienza a funcionar como un reflejo del principio de serenidad que, a ratos, sentimos dentro.

Hay cosas que, de repente, empiezan a funcionar. El trabajo que hacemos ahora nos motiva y nos resulta más rentable, la relación con nuestros hijos mejora, dejamos de discutir con ese familiar que antes nos buscaba y siempre nos encontraba, adquirimos hábitos que -en otros tiempos- nos habían resultado imposibles, o los atascos no hacen mella en nuestro humor diario.

Entonces sabremos que estamos en el camino correcto. Hasta entonces, toca buscar y toca buscar dentro de nosotros, en el silencio. Quizá suene muy “hierbas”, como dice Borja Vilaseca, un gran buscador, pero mirar hacia adentro es comenzar un camino que nos lleva de vuelta a casa. Eso sí, no me crean nunca, verifíquenlo.