Hoy quiero reflexionar sobre este tema que está tan de moda, que sufrimos tanto todos y que se extiende como una mancha de aceite en el mar.

La ansiedad es algo que imposibilita, que atormenta y que provoca mucho miedo. Llega de repente, a menudo cuando no se la espera, y nos pone del revés.

La vida ha cambiado mucho en poco tiempo y sigue cambiando, cada vez a una velocidad mayor. Pareciera que tenemos que vivir enganchándonos a un tren que nunca podemos alcanzar, por más esfuerzo que hagamos.

Los de mi generación andamos con ansiedad porque pretendemos ponernos al día en temas de informática. Nosotros nos criamos, crecimos y llegamos a la edad adulta en un mundo analógico, mucho más lento y predecible. Y, de repente, zas!, todo es digital, rápido incomprensible, lleno de códigos que no nos dicen nada.

Pero no sólo nosotros sufrimos esa desazón, ese ir en busca del tiempo “perdido”, ese correr sin saber a dónde llegar. La ansiedad está atrapando, y mucho, a los jóvenes y, lo que es peor, a los niños. Tenemos que hacer una reflexión profunda sobre este tema, porque los niños de hoy viven enredados en un correr sin sentido, del colegio a las clases particulares y ahí a estudiar toda la tarde. No tienen tiempo de vivir su infancia. Y después están los exámenes. Pero esta reflexión la dejo para otro momento.

Siguiendo con la ansiedad, os diré que yo la considero, básicamente, miedo al futuro. Al futuro próximo y al futuro lejano. Miedo a no llegar, a no hacer las cosas bien, a no ser suficientes para los demás, para los padres, para los hijos…miedo a no poder evitar las cosas malas que nos puedan pasar, a nosotros y a nuestra familia.

La ansiedad es miedo, mucho miedo. Y una crisis de ansiedad es una crisis de terror que nos sobrepasa, que no podemos controlar.

Los seres humanos reaccionamos ante la amenaza (real o imaginaria), ante el estrés, segregando una hormona que se llama cortisol. Esta hormona nos prepara para reaccionar ante la amenaza, enfrentándonos a ella o huyendo. Porque, en épocas remotas, las amenazas solían ser que nos saliera al paso un animal salvaje. Y teníamos que poder reaccionar de manera instantánea, sin pensar.

Hoy en día, sin embargo, existen “amenazas” que pueden hacer saltar ese mecanismo de defensa inconsciente, pero que tienen que ver con la sobre exigencia de la sociedad, con el tráfico de las grandes ciudades, con el trabajo, con el dinero o con las notas de nuestros hijos.

Y nuestro cuerpo reacciona igual, provocando un pico de cortisol en sangre, que tardará horas en bajar y normalizarse. Y que nos llevará a sufrir taquicardias, sudoración, confusión mental y, probablemente (si se trata de una crisis de ansiedad) dificultad para tragar y más miedo. Miedo incluso a morirnos por esos síntomas.

Esta sociedad acelerada y exigente de hoy en día nos predispone a sentir ansiedad. Y tenemos que buscar soluciones que nos asienten en el presente y nos alejen de los posibles (y generalmente improbables) peligros futuros. Porque la ansiedad nos mata poco a poco, esos picos de cortisol provocarán, a la larga, enfermedades físicas, enfermedades coronarias, hipertensión y muchas cosas más.

La buena noticia es que podemos y debemos hacer algo, cada día, para anclarnos en el presente y encontrar la serenidad en el ahora. Lo primero es hacer ejercicio, cada día un ratito, caminar o lo que más nos guste hacer. Por supuesto, una buena alimentación es muy importante. Pero también podemos meditar, todos los días, aunque sean 5 minutos. Detener la mente. Hoy existen muchas meditaciones en youtube, que están al alcance de todos. Y, desde luego, querernos mucho, perdonarnos mucho, ser benevolentes con nosotros mismos. También me parece imprescindible dejar de enredarnos en pensamientos que nos abocan a estresarnos y practicar el pensamiento positivo.

Yo, por ejemplo, escribo frases por distintas partes de mi casa y de mi despacho, frases que me alegran y que me hacen pensar en cosas que me gustan, que me hacen feliz y que me conectan con quien soy: Una persona digna de ser feliz y de vivir una vida plena y llena de serenidad y de abundancia.

Ojalá seamos capaces, todos, de serenarnos, de dejar de perseguir imposibles, de dejar de evitar lo que nunca va a ocurrir. Espero que todos nos anclemos un poquito más en el momento presente y dejemos de anticipar desgracias, porque la verdadera desgracia es esa misma anticipación.

Seguiremos reflexionando.