No dejan de impactarnos las noticias sobre suicidios de adolescentes acosados en nuestras aulas. Chicos y chicas con largos historiales de acoso escolar, cuyos padres ya habían avisado al colegio y cuyos compañeros y –seguramente- padres de los compañeros, estaban al tanto de la situación.

Somos consentidores y, de alguna manera, verdaderos cómplices de estos suicidios. Nuestra sociedad se está volviendo (nos estamos volviendo) demasiado insensibles. No se tolera la diferencia, por mínima que ésta sea, es como si la diferencia nos hiciera sentir vulnerables y nos agrediera. Así que se responde con un ataque…brutal, seguramente uno de los ataques más brutales que se infringen en nuestra sociedad actual. Se ataca a la esencia de un ser humano indefenso y menor de edad, a través de burlas, chantajes y complicidad máxima. Con la complacencia del grupo y, cómo no decirlo, muchas veces con un “me lavo las manos y miro para otro lado” y “son cosas de niños, no tiene importancia”, del centro escolar.

Sólo se busca la uniformidad, en el pensar, en el hablar, en el vestir, en las capacidades intelectuales…en todo.

Pero ¿en qué estamos convirtiendo a nuestros hijos?, ¿qué futuro espera a una sociedad cuyos chic@s están siendo educados en estos valores?.

Confieso que me indigna profundamente, como ciudadana, como madre, como persona que dedica una parte de su vida a ayudar a niños y adolescentes con dificultades de aprendizaje. Precisamente, los candidatos perfectos a ser víctimas de acoso escolar.

¿Cómo podemos permanecer de brazos cruzados cuando nuestros niños están siendo atacados sin piedad en sus colegios?. Dicen que, en nuestro país, uno de cada cuatro chic@s sufre, ha sufrido o sufrirá acoso escolar durante su etapa escolar. Ahora ya se añade doble tortura: el ciberbullying.

Propongo que, como padres, despertemos y empecemos a exigir al sistema educativo TOLERANCIA CERO con el acoso escolar. Si observamos actitudes diferentes en nuestros hijos, investiguemos, preguntemos, indaguemos. Hablemos con tutores, padres de compañeros, orientadores, directores del centro…Con urgencia, sin pausa. Y si la respuesta no es inmediata, acudamos a denunciar, nosotros, los padres. Pero no enviemos a nuestros hijos a un lugar donde, cada día, deben pasar muchas horas en soledad y presos de una angustia indescriptible. No es justo.

Si los padres comenzamos a actuar, a pedir ayuda para nuestros hijos, protección frente al grupo…a exigir que no sean torturados de esa manera tan brutal ante la mirada impasible de los adultos que deben vigilar por su integridad física, pero también emocional, algo tiene que empezar a cambiar.

Nuestros hijos van al colegio a aprender, se supone. Pero a aprender ¿qué?, ¿que no valen nada para sus compañeros?, ¿qué nadie les defenderá en caso de necesidad, por más extrema que ésta sea?, ¿que sus profesores no le escucharán y, en última instancia, no harán nada por ellos?.

No…ya está bien. Es verdad, hay recortes en Educación, los profesores están desbordados, es necesario cumplir un temario y no hay tiempo, demasiados niños en clase, poco apoyo social al profesor….todo es cierto. Incluso que es una profesión poco considerada y mal pagada. Aún menos reconocida.

Pero, por encima de todas esas cosas, están los niños, SIEMPRE. Y los niños con Dificultades de Aprendizaje son los grandes perdedores en esta historia, una vez más los que SE SALEN DE LA NORMA, los que son más o menos “inteligentes”, los que escriben más lentos, los que leen con más dificultad o los que no son capaces de atrapar el balón a la primera. Es decir, nuestros hijos, con los que trabajo a diario.

Levanto la voz por y para ellos, porque son menores de edad y alguien tiene que hacerlo en su nombre. Porque el sistema educativo tiene que dar una respuesta YA…no podemos esperar a que aumente el número de desgracias.