La adolescencia, de por sí, ya es un momento crítico en la evolución del ser humano. El cerebro adquiere unas capacidades y se organiza para ser capaz de enfrentar la próxima llegada de la edad adulta. Se da un fenómeno que en Psicología estudiamos como “poda sináptica”, es decir, muchas de las conexiones neuronales que se habían realizado hasta ese momento pero que no se han utilizado con asiduidad, desaparecen. Y esto ocurre en pro de la eficiencia que ese cerebro necesita. De esta forma, afianza conexiones importantes y abre la posibilidad de que se realicen nuevas conexiones que pueda necesitar en un futuro.

El razonamiento lógico también se afianza y, especialmente, comienza a cambiar la forma en que se percibe la realidad que les rodea. Su percepción, hasta entonces infantil, pasa a ser una percepción mucho más real y adulta.

Todas estas transformaciones vienen auspiciadas por los consabidos cambios hormonales. El resultado es que nuestros adolescentes se enfrentan a muchos cambios: desde físicos hasta de neurológicos, pasando por una montaña rusa de emociones y sentimientos que, en la mayoría de los casos, les resulta muy difícil reconocer y manejar.

¿Qué ocurre si, además, nuestro hijo adolescente, presenta o arrastra ciertas dificultades de aprendizaje? Ocurre que, con bastante probabilidad, nuestro hijo que hasta ahora no era un buen estudiante pero iba pasando de curso, empieza a mostrar mucha apatía ante los estudios y no es capaz de enfrentarse al volumen de trabajo que se le exige en esta nueva etapa (ESO y Bachiller).

Así que nos vemos inmersos en un proceso complicado…tenemos que afrontar la adolescencia de nuestro hijo y, además, tenemos que buscar soluciones para esta nueva etapa en sus estudios.

Mi consejo, en estos casos, siempre es bidireccional. Por un lado, lo antes posible, hay que sacar a la luz y tratar la/s dificultad/es que nuestro hijo presenta. Y, por otro lado, hay que acompañar al chico en sus tareas escolares, para que ellos no tengan esa sensación de fracaso enorme y para que aprendan a organizarse, poco a poco, en sus estudios.

La primera parte está clara, hay que buscar un buen centro especializado en dificultades de aprendizaje y poner a nuestro hijo en sus manos. La segunda parte puede solventarse con un profesor particular que venga a casa a diario -si nos lo podemos permitir- durante un tiempo, para que le enseñe técnicas de organización y de estudio y para que le acompañe en su quehacer diario.

Los padres, durante estos años complicados, debemos hacer un esfuerzo de comprensión y de paciencia, mirando siempre hacia delante y teniendo presente que es una etapa de la vida que, como todas, tiene un final. Pero siempre buscando, para cada dificultad, una solución…porque las hay.

Como decía el que fue profesor de Lengua y Filosofía en mi ya lejana etapa escolar: “Ante las dificultades, fortaleza; ante las alegrías, humildad y siempre CONFIANZA”.