Alguien me dijo una vez que, para solucionar un problema, es uno mismo quien tiene que dar un paso adelante. Que los problemas están ahí para que aprendamos algo que aún no sabemos y que, cuando damos el paso adelante, el resto de nuestra vida y de las personas que nos rodean, tienen que hacer también un cambio, para “recolocarse” ante la nueva situación.

Cuando tenemos un hij@ que presenta dificultades (de aprendizaje, sociales, de comportamiento…) somos los padres los que tenemos que comenzar a “trabajar”.  Y nuestro trabajo consiste, en primer lugar, en aceptar esa dificultad. Aceptar que nuestr@ hij@ necesita ayuda, que debemos iniciar un camino a su lado, de comprensión y de trabajo.

Ese primer paso, muchas veces, es el más complicado, lo sé por experiencia. Pero es también el más importante porque, sin él, nada podremos avanzar. Una vez que nos decidimos a mirar y también a VER a nuestr@ hij@, encontraremos personas que nos pueden ayudar, profesionales dedicados a ello. Pero, además, cuando seamos capaces de VER a nuestr@ hij@, ocurrirán cosas que quizá no sospechábamos antes, porque nuestro entorno también se adapta, de alguna manera, a ese nuevo camino que hemos iniciado. Nada permanece estático a nuestro alrededor cuando nosotros decidimos dar un paso adelante. Nuestr@ hij@ tampoco. Y ése es el milagro que estábamos esperando…tenemos por delante un hermoso trabajo por hacer y un tiempo lleno de esperanza y de ilusiones renovadas. Quienes hemos decidido dedicar una buena parte de nuestra vida y nos hemos apasionado con esta hermosa labor de ayudar a los niños a prepararse para la vida escolar y social, vivimos con la inmensa recompensa de saber que estamos lanzando estrellitas al mar.

Y, cada estrellita desterrada en la arena que conseguimos lanzar al lugar al que pertenece y donde debe vivir, es una nueva ilusión que nos hace seguir este camino sin desfallecer jamás.